Hace dos semanas estuve, de nuevo, en Madrid. Como al salir de clase me pareció que todavía era temprano, decidí irme dando un paseo hasta el centro. Así llegué hasta la Carrera de San Jerónimo y, sin darme cuenta, me encontré frente al Congreso de los Diputados. Me sobresaltaron las voces que se escuchaban a través de las ventanas:
— ¡Corrupto!... ¡Demagogo!... ¡Malnacido!... ¡Criminal!... ¡Hijo de puta!... ¡Ladrón!... ¡Terrorista!... ¡Canalla!... ¡Imbécil!... ¡Asesino!...
Sin salir de mi asombro, le pregunté al policía nacional que estaba en la puerta:
— ¿Qué? ¿Otra vez andan discutiendo?
— No, creo que están pasando lista —me respondió.
— ¡Corrupto!... ¡Demagogo!... ¡Malnacido!... ¡Criminal!... ¡Hijo de puta!... ¡Ladrón!... ¡Terrorista!... ¡Canalla!... ¡Imbécil!... ¡Asesino!...
Sin salir de mi asombro, le pregunté al policía nacional que estaba en la puerta:
— ¿Qué? ¿Otra vez andan discutiendo?
— No, creo que están pasando lista —me respondió.
No hay comentarios:
Publicar un comentario