Muy poca gente sabe que, además de la Virgen de la Montaña y San Jorge, la ciudad de Cáceres cuenta con otros santos patrones, como Santo Toribio de Liébana, Santa Catalina, San Gregorio, San Sebastián y San Fabián, Santiago el Mayor, la Virgen del Vaquero, la del Rosario, la de la Piedad… Son tantos que, de no haberse perdido la devoción por cada uno de ellos, se podría celebrar una novena detrás de otra a lo largo del año… Digo esto por no albergar la vana esperanza de que a nuestro Ayuntamiento se le antojase señalar como días festivos cada una de las celebraciones de estos santos.
De entre todos ellos, hay uno que quizá sea el menos conocido, pero que personalmente me llama mucho la atención: se trata de San Jonás, cuya onomástica se festeja precisamente hoy. Según la tradición --o más bien, la imaginación de algunos cronistas del siglo XVII, como es el caso de Juan Solano de Figueroa--, San Jonás era natural de Atenas y allí se convirtió en discípulo de otro santo de dudosa existencia, Dionisio el Aeropagita. Tras ser ordenado sacerdote, emprendió su correspondiente labor predicadora y vino a parar por estas tierras cacereñas, donde goza del mérito de haber sido el primero en dar a conocer la nueva religión. Se ve que los cacereños de antaño --¿o deberíamos llamarlos norbanos?-- eran algo duros de mollera, porque el santo ateniense estuvo por aquí nada menos que siete años. No sabemos si porque ya había cumplido su misión, o simplemente porque se aburría, San Jonás volvió a Roma y los siguientes veinte los pasó en la Galia. Después de este tiempo, por recomendación de su maestro, regresó a Cáceres, donde esta vez no le esperaban precisamente con los brazos abiertos. (Suele pasar en este pueblo, que a los que se ausentan una temporada larga terminan por considerarlos forasteros). Era el año 86 y el emperador Domiciano había emprendido su particular persecución de los cristianos. Como era de esperar, al santo ateniense fue maltratado y finalmente degollado. Por eso se le suele representar como un señor vestido de cura, que sostiene su propia cabeza cortada entre las manos.
Como hemos adelantado al principio, esta historia no tiene siquiera visos de leyenda, sino que se trata de una invención propia de los cronicones del siglo XVII, empeñados en crear y fomentar falsas devociones, entre otros motivos, para favorecer el lucrativo mercado de las reliquias. Según otras versiones de la vida del mismo santo, éste nunca pisó la Península Ibérica y su martirio tuvo lugar en las proximidades de París, donde hoy también se celebra su festividad.
Quizá porque su supuesta predicación no se la creía nadie, o porque su iconografía espantaba al más osado, apenas existieron representaciones de este santo en la ciudad. Actualmente sólo se conserva una tabla en el retablo de la ermita del Vaquero, fechado en 1668. Simón Benito Boxoyo, por su parte, nos señala que el 26 de septiembre de 1784 se colocó una imagen del santo patrón en el altar de la Virgen de la Montaña, pero desgraciadamente no se ha conservado.
De entre todos ellos, hay uno que quizá sea el menos conocido, pero que personalmente me llama mucho la atención: se trata de San Jonás, cuya onomástica se festeja precisamente hoy. Según la tradición --o más bien, la imaginación de algunos cronistas del siglo XVII, como es el caso de Juan Solano de Figueroa--, San Jonás era natural de Atenas y allí se convirtió en discípulo de otro santo de dudosa existencia, Dionisio el Aeropagita. Tras ser ordenado sacerdote, emprendió su correspondiente labor predicadora y vino a parar por estas tierras cacereñas, donde goza del mérito de haber sido el primero en dar a conocer la nueva religión. Se ve que los cacereños de antaño --¿o deberíamos llamarlos norbanos?-- eran algo duros de mollera, porque el santo ateniense estuvo por aquí nada menos que siete años. No sabemos si porque ya había cumplido su misión, o simplemente porque se aburría, San Jonás volvió a Roma y los siguientes veinte los pasó en la Galia. Después de este tiempo, por recomendación de su maestro, regresó a Cáceres, donde esta vez no le esperaban precisamente con los brazos abiertos. (Suele pasar en este pueblo, que a los que se ausentan una temporada larga terminan por considerarlos forasteros). Era el año 86 y el emperador Domiciano había emprendido su particular persecución de los cristianos. Como era de esperar, al santo ateniense fue maltratado y finalmente degollado. Por eso se le suele representar como un señor vestido de cura, que sostiene su propia cabeza cortada entre las manos.
Como hemos adelantado al principio, esta historia no tiene siquiera visos de leyenda, sino que se trata de una invención propia de los cronicones del siglo XVII, empeñados en crear y fomentar falsas devociones, entre otros motivos, para favorecer el lucrativo mercado de las reliquias. Según otras versiones de la vida del mismo santo, éste nunca pisó la Península Ibérica y su martirio tuvo lugar en las proximidades de París, donde hoy también se celebra su festividad.
Quizá porque su supuesta predicación no se la creía nadie, o porque su iconografía espantaba al más osado, apenas existieron representaciones de este santo en la ciudad. Actualmente sólo se conserva una tabla en el retablo de la ermita del Vaquero, fechado en 1668. Simón Benito Boxoyo, por su parte, nos señala que el 26 de septiembre de 1784 se colocó una imagen del santo patrón en el altar de la Virgen de la Montaña, pero desgraciadamente no se ha conservado.
Representación de San Jonás, santo patrón y evangelizador de nuestra ciudad, en el retablo de la ermita de la Virgen del Vaquero.
Bibliografía:
- G. González Dávila: Teatro eclesiástico de las iglesias metropolitanas y catedrales de los reynos de las dos Castillas: vidas de sus arzobispos y obispos y cosas memorables de sus sedes... tomo segundo, que contiene las iglesias de Sevilla, Palencia, Ávila, Zamora, Coria, Calahorra y Plasencia. Madrid: [s.n.], 1647 (imp. de Pedro de Horna y Villanueva); pág. 435.
- J. Solano de Figueroa: S. Ionás, presbítero y mártir, apóstol predicador y maestro de la noble y muy leal villa de Cáceres, y otros santos; sus hijos naturales piden su culto y veneración como stos. propios y naturales del obispado de Coria… [Madrid]: [s.n.], 1665.
- J. Rodríguez de Molina: Papeles históricos sobre la villa de Cáceres. Manuscrito inédito del s. XVIII, fols. 22-23.
- S. B. Boxoyo: Noticias históricas de la muy noble y leal villa de Cáceres, provincia de Extremadura. Monumentos de la Antigüedad que conserva. Manuscrito, [1794]; fols. 46-47.
- E. Flórez: España Sagrada. Theatro geográfico-histórico de la Iglesia de España, tomo XIII: De la Lusitania antigua en común, y de su metrópoli Mérida en particular. Madrid: José del Collado, 1816; págs. 116-117.
- F. García Morales: «Los santos cacereños», periódico HOY, 11 de enero de 1984.
- J. F. Arroyo Mateos: «Veintidós grandes santos extremeños de la diócesis de Coria-Cáceres», XX Coloquios Históricos de Extremadura. Homenaje a Francisco Pizarro en el 450 aniversario de su muerte (1477-1541): 24 al 29 de septiembre de 1991. Cáceres: Diputación provincial, [1994]; pág. 22.
- G. Sellers de Paz: Cáceres visto por un periodista (20.000 años de vida). Cáceres: EdiSell, 1995; págs. 217-222.
- F. Acedo: «San Jonás olvidado», El Periódico Extremadura, 13 de agosto de 2006.
- S. B. Boxoyo (ed. de E. Cerrillo Martín de Cáceres): Noticias históricas de Cáceres y monumentos de la Antigüedad que conserva. Cáceres: Cicón, 2009; págs. 259-262.
4 comentarios:
Interesante, francamente desconocía este dato, siempre pienso en la Virgen de la Montaña fundamentalmente ;-)
Hemos leido con sorpresa la restauración de un cementerio judío en Plasencia,sumado a tus artículos... nos da otro motivo para volver.Saludos
Supongo que os referís al que apareció en las obras de restauración del convento San Vicente, que actualmente es el Parador de Turismo... En las tumbás se encontraron objetos muy curiosos, como fragmentos de una "menorah" de cerámica o un "yad" (puntero de bronce para señalar la lectura de las sagradas escrituras...)
Está plenamente probado que San Jonás vive y sufre martirio en Francia, como afirma el sabio Equilino y consta en el "Martirologio Romano" y en el anglicano de Andrés Sausay. La falsedad de colocar su martirio en tierras cacereñas, arranca del "Cronicón de Dextro", al que sigue Solano de Figueroa.
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