viernes, 10 de octubre de 2008

La burbuja de los tulipanes

En mi afán por comprender mejor y aprender más sobre esta situación que unos consideran de dificultades económicas, otros denominan de turbulencias en el mercado, y cada vez son más los que dicen que se trata de una crisis en toda regla; aprovecho el poco tiempo libre que me queda para leer y documentarme sobre el asunto, ya que hasta el momento, mis conocimientos sobre economía se reducían a lo que estudié de pasada en una o dos asignaturas durante la carrera. Poco a poco, voy progresando y quizá algún día me atreva a escribir mi propio análisis y diagnóstico de la situación, pues lo de plantear soluciones al marrón lo veo bastante complicado, aunque también he leído que las ahí. Los antiguos nunca se pusieron de acuerdo si lo último que se perdía era la esperanza o el honor…

En una entrada anterior os hablé del blog de Leopoldo Abadía, que suelo consultar con frecuencia, para aclarar mis dudas sobre todo lo relacionado con la economía mundial, la crisis… y todo lo que tenga que ver con la inflación, los tipos de interés y demás. También os recomiendo que le echéis un vistazo al Blog Salmón, una página que con un lenguaje apto para profanos y con un estilo bastante ameno, trata de explicarnos muchas cosas que solemos escuchar por otros medios pero que no entendemos.


De aquí copio el siguiente artículo, que refiere uno de los ejemplos más clásicos de especulación, y que midiendo en sus justos términos la comparación, nos puede servir quizá para comprender mejor lo que, por ejemplo, está sucediendo en el mercado inmobiliario español.


Este episodio, acaecido en Holanda en el siglo XVII, es uno de los ejemplos más citados a la hora de ilustrar el concepto de burbuja especulativa. Quizás es, por el objeto de la especulación, uno de los más curiosos, aunque desde luego no el único.

Los
tulipanes llegaron a Europa Occidental a finales del siglo XVI, y en un principio no eran demasiado populares (ya que en su estado natural no es una flor especialmente atractiva). Sin embargo, tras verse afectadas por un virus, empezaron a surgir una gran variedad de colores y una forma, irónicamente, más agradable, lo que provocó un creciente interés por ellos.


La boyante situación económica en
Holanda, derivada de su gran actividad comercial, hizo el resto; y a principios del siglo XVII, los bulbos de tulipán se convirtieron en piezas de coleccionista.

En la década de
1630, el panorama se volvió enloquecido, con un mercado de los tulipanes cada vez más activo. Los precios ascendían sin parar, alcanzando cifras desorbitadas; en 1635 se llegaron a pagar 100.000 florines por 40 bulbos, y por un bulbo de la preciada especie Semper Augustus, se podían pedir 5.500 florines.

Acuarela del siglo XVII, del preciado ejemplar de tulipán Semper Augustus.

En esta situación, generalizada en todo el país, se generó la ilusión de que siempre se ganaba en el mercado del tulipán. Independientemente de a qué precio se comprara, alguien siempre estaría dispuesto a pagar más. Gentes de todas las clases se lanzaron a comprar bulbos de tulipán, deshaciéndose de sus bienes más básicos, con la esperanza de revenderlos obteniendo un beneficio. Un marinero desconocedor de los tulipanes fue encarcelado tras comerse por error un bulbo.

Sin embargo, en algún momento a principios de 1637, algunos de los especuladores detectaron signos de agotamiento del mercado (por vez primera no se vendió una colección exclusivísima de tulipanes), y decidieron que era buen momento de vender y salir del mismo con sus ganancias. Esta actitud se contagió rápidamente y el pánico se apoderó del país. Quienes tenían bulbos en esos momentos, adquiridos a precio de oro, se encontraron sin compradores. La situación no era mejor para los que habían comprado mediante un contrato de futuros: se veían obligados a comprar a un precio que ya no era el de mercado.

Evolución del precio del tulipán en Holanda entre 1636 (12 de noviembre) y 1637 (1 de mayo).

La situación era tal que el gobierno holandés trato de mediar, estableciendo unas normas que consideraban nulos los contratos realizados a partir de noviembre de 1636, y que establecían que los contratos de futuros debían ser satisfechos con un 10% de la cantidad establecida inicialmente. Sin embargo, estas medidas no dejaron contento a nadie: los compradores se veían obligados a pagar por algo que ya no tenía valor, y los vendedores tenían que vender a un precio menor que el acordado.

La explosión de la burbuja dejó, como siempre ocurre, vencedores y vencidos. Vencieron aquellos que se salieron justo antes de la explosión, acumulando grandes beneficios. Perdieron quienes habían liquidado su patrimonio para especular con bulbos y al final se quedaron con tulipanes y sin casa. Y perdió el país, que durante años se vió sumido en una importante depresión económica.


Por cierto, respecto a éste y otros episodios de especulación a lo largo de la Historia, informo de que se acaba de publicar un libro que promete tener buena pinta. Se trata de una obra escrita hace más de un siglo y medio, pero que en estos momentos recobra plena actualidad. Su autor, el escocés Charles MacKay (1814-1889); y el título, Delirios multitudinarios. La manía de los tulipanes y otros mercados enloquecidos. Pinchando en el siguiente enlace, puedes leer el prólogo y el primer capítulo, dedicado precisamente a la crisis de los tulipanes.

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