Antes de continuar con la crónica de mi viaje a Bruselas, quería detenerme para comentar una de las atracciones más singulares de esta capital: el Manneken Pis. Se trata de una estatua de bronce, de unos 30 cm de altura, que representa a un niño desnudo y orinando en una pila. Convertido en un icono de la ciudad de Bruselas, cientos de turistas se suelen agolpar a su alrededor para hacerle una foto.
La estatua original de bronce era obra de Jerôme Duquesnoy el Viejo y se colocó en 1619 en este mismo lugar para evidenciar la enorme necesidad de disponer de agua potable en esta zona. Aún hoy se ignora qué inspiró al autor de esta famosa estatua para elegir representar a un niño meando. Desde entonces, el misterio ha alimentado multitud de leyendas sobre la personalidad del Manneken. Según una de las teorías, en el siglo XIII se descubrió al hijo de un duque orinando en medio del campo de batalla, y para inmortalizar el coraje militar del pueblo belga, que es capaz de hacer sus necesidades sin temor a ser alcanzado por una bala de cañón, se decidió fundir esta estatua. Por mi parte, también pienso que es posible que el muchacho se meara de miedo. Pero, en fin, tampoco es cuestión aquí de ofender los sentimientos patrióticos de nadie.
La estatua original de bronce era obra de Jerôme Duquesnoy el Viejo y se colocó en 1619 en este mismo lugar para evidenciar la enorme necesidad de disponer de agua potable en esta zona. Aún hoy se ignora qué inspiró al autor de esta famosa estatua para elegir representar a un niño meando. Desde entonces, el misterio ha alimentado multitud de leyendas sobre la personalidad del Manneken. Según una de las teorías, en el siglo XIII se descubrió al hijo de un duque orinando en medio del campo de batalla, y para inmortalizar el coraje militar del pueblo belga, que es capaz de hacer sus necesidades sin temor a ser alcanzado por una bala de cañón, se decidió fundir esta estatua. Por mi parte, también pienso que es posible que el muchacho se meara de miedo. Pero, en fin, tampoco es cuestión aquí de ofender los sentimientos patrióticos de nadie.
En 1698 el gobernador Maximiliano Emmanuel regaló una túnica para vestir la figura. Éste sería el principio de una tradición que dura hasta hoy en día. Los presidentes de gobierno que visitan Bruselas donan para la estatua pequeñas réplicas de sus trajes nacionales, que se conservan en el Musée de la Ville. Tiene más de 650, incluido uno de Elvis y la equipación del Barça. Una curiosa costumbre que, sin embargo, me recuerda bastante a la de confeccionar mantos y obsequiárselos como ofrenda a la Virgen de la Montaña, aquí en Cáceres.
En 1770, la fama del Manneken Pis hizo era tal que se pensó incorporar una hornacina decorada para dar mayor prominencia a la pequeña figura. Durante el siglo XVIII se produjeron varios intentos de robarla, primero por parte del ejército francés y, posteriormente, por el inglés, en 1745. Finalmente, en 1817 consiguió este propósito un antiguo convicto de nombre Antoine Licas. El robo causó una profunda conmoción entre los vecinos de Bruselas, ya que el vándalo destrozó la estatua después de hacerse con ella. Al año siguiente se fundió una copia y se colocó en su reverenciado lugar, donde hoy puede contemplarse.
En 1770, la fama del Manneken Pis hizo era tal que se pensó incorporar una hornacina decorada para dar mayor prominencia a la pequeña figura. Durante el siglo XVIII se produjeron varios intentos de robarla, primero por parte del ejército francés y, posteriormente, por el inglés, en 1745. Finalmente, en 1817 consiguió este propósito un antiguo convicto de nombre Antoine Licas. El robo causó una profunda conmoción entre los vecinos de Bruselas, ya que el vándalo destrozó la estatua después de hacerse con ella. Al año siguiente se fundió una copia y se colocó en su reverenciado lugar, donde hoy puede contemplarse.
Por lo visto, estos días el Manneken Pis se ha encontrado con un duro competidor, o si no mirad lo que dice esta noticia: «El etarra Aitzol Iriondo se orinó en los pantalones cuando estaba siendo detenido». Cada día más, me sorprende la valentía de algunos…
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