Hace años era también conocida como la Casa del Sumidero, el mismo nombre que tuvo la plazoleta que se abre frente a su fachada y que actualmente llamamos de los Caldereros. De la primitiva construcción del siglo XV no queda absolutamente nada, aunque podemos suponer que en aquellos tiempos era uno de los palacios más magníficos que se encontraban en el casco antiguo. Su extensión abarcaba terrenos que hoy ocupan el cercano Palacio de Mayoralgo y otras casas y jardines colindantes.
El patio quedó reducido a un exiguo jardín, en el que todavía se conserva el pozo. Al lado, se abre una galería que comunica con las escaleras que conducen al piso superior. En este espacio las paredes están decoradas con un curioso panel de azulejos, en el que se representa alegóricamente la relación entre Extremadura y América a través del Descubrimiento y la Conquista.

El responsable de esta última remodelación fue el arquitecto Dionisio Hernández Gil, quien antes también había trabajado en la rehabilitación del Convento de San Juan de Dios en Mérida, que es la actual sede de la Asamblea de Extremadura, y en el Convento de San Benito, en Alcántara. Antes de que el edificio pasase a la Universidad, en él estuvo el Colegio Sagrado Corazón de Jesús.

Blasón de los Ribera: «En campo de oro, tres franjas de sinople».
Don Alfón de Ribera se casó después con Teresa Álvarez de Valdivieso, hija de Alvar García de Cáceres, señor de Espadero, y de Ximena Álvarez de Valdivieso. En esta ocasión, tendría seis hijos, dos de ellos varones: Álvaro y Alonso de Ribera. El señorío de la Torre de la Higuera, asentado en los alrededores de Malpartida de Cáceres, pasó entonces de una rama de la familia a otra cuando María de Ribera se lo cambió a su medio hermano Alfonso por unas tierras que éste tenía en Sevilla.
Estos dos hermanos, Álvaro y Alonso, fueron quienes fundaron sendos mayorazgos y los dos linajes con el apellido Ribera que se conocieron en Cáceres, que tras unos cuantos matrimonios acabarían extinguiéndose en las ramas del Vizconde de Peñaparda y de don Rodrigo de Ovando. La casa de Alonso de Ribera se corresponde con la que aquí estamos tratando, mientras que la de su hermano Álvaro estaría situada muy cerca, en la esquina de la cuesta de Aldana que conduce a la Plaza de San Jorge, en el edificio que hoy día es propiedad de los Hermanos de la Cruz Blanca.
De las distintas ramas de los Ribera destacaron algunos de sus miembros, que a continuación pasamos a enumerar:
El primero digno mención es Diego de Ribera, que fue aposentador del rey Enrique IV de Castilla y en 1456, corregidor de la villa de Cáceres.
Don Francisco de Ribera y Ovando, hijo del citado Álvaro de Ribera, fundador de uno de los mayorazgos; que fue caballero de Alcántara e inquisidor de la Suprema, y llegó a obispo de Segovia (1586-1587).
Alonso de Ribera († 1604), procurador general de la villa en 1602, casado en segundas nupcias con su prima hermana Catalina de Andrade, con la que tuvo tres hijos: Rodrigo de Chaves Ribera (n. 1596), Jerónimo de Andrade (n. 1598) y Clara de Ribera Cáceres y Andrade († 1687), que se casó con su pariente Álvaro de Ribera (1598-1661), hijo de Alonso Antonio de Ribera «el Viejo» (1566-1629) y de Mencía de Paredes Ulloa.
El doctor Enrique de Ribera, médico y fundador en 1536 de una obra pía que administraba el cura de Santa María. En esta misma iglesia se encuentra su sepulcro, justo en la pared que hay frente a la puerta principal. Fue labrado en el año 1538 por el cantero portugués Héctor Hernández, y en él aparecen tres escudos del linaje de los Ribera. También se puede leer en dos cartelas: S· DEL DO/TOR RIBERA y Q· SEA EN / GLORIA. Según Tomás Pulido, lo más probable es que este doctor Ribera, sobre el que existen bastantes noticias documentales, no tuviese ninguna relación con la familia cacereña de los Ribera, sino que era natural de Salamanca.
Juan de Ribera Gámez, fue familiar del Santo Oficio y Guarda Mayor de Campo, título que heredó su hijo Juan de Ribera Mostazo, quien además fue procurador del común y contador del número y de cuentas y particiones de la villa, y depositario de la Santa Cruzada.
D. Diego José de Ribera, abogado de los Reales Consejos en 1766.
Doña Clara de Ribera, señora muy acaudalada, fundadora de mayorazgos, de siete memorias de misas en Santa María y hasta cincuenta y dos aniversarios.
D. Diego Ribera, beneficiado propio de la parroquia de San Mateo en 1752.
Y, por último, tres con el mismo nombre de Francisco de Ribera: uno que fue contador de número de la villa en 1780, otro contador de yerbas en 1830, y el tercero, de profesión chocolatero, pero que fue regidor del Ayuntamiento en 1832.
Por lo que podemos ver, con el paso de los siglos, la condición social de los Ribera cacereños fue disminuyendo a la par que su patrimonio, lo que no quiere decir que a mediados del XIX algunos de sus miembros estuviesen todavía muy bien posicionados.
Bibliografía:
- Pedro de Ulloa Golfín: Memorial de Ulloa. Madrid: Francisco Sanz, 1675. Ff. 18-20, 57v y 61v-62.
- Publio Hurtado: Ayuntamiento y familias cacerenses. Cáceres: [s.n.], [1918] (Tip. Luciano Jiménez Merino). Págs. 717-718.
- José Miguel Lodo de Mayoralgo: Viejos linajes de Cáceres. Cáceres: Caja de Ahorros y Monte de Piedad, 1971. Págs. 241-244.
- Tomás Pulido y Pulido: Datos para la Historia Artística Cacereña. Cáceres: Institución Cultural «El Brocense», 1980. Págs. 120 y 218-219.
- Fernando González-Doria: Diccionario heráldico y nobiliario de los reinos de España. Madrid: Bitácora, 1987. Pág. 719.
- Florencio-Javier García Mogollón: Los monumentos religiosos de Cáceres, Ciudad Patrimonio de la Humanidad. Cáceres: Excmo. Ayto. de Cáceres, 2005. Pág. 28.
- Francisco Acedo: «La mole reformada», El Periódico Extremadura, 14 de agosto de 2005.
- Francisco Acedo: «El reino de las cigüeñas», El Periódico Extremadura, 18 de febrero de 2007.