A estas alturas de la película, todavía no sé si creerme eso de que la temperatura media de la Tierra está aumentando debido al efecto invernadero y como consecuencia de la negligencia humana. A mi me parece más bien lo contrario, que los veranos son cada vez más suaves, por lo menos desde hace tres años para acá y en esta región en donde no me queda más remedio que pasarlos (pues desde entonces no he visitado la playa). No sé si se estará deshaciendo el Polo Norte, como dicen, porque últimamente no he estado por allí para verlo, aunque ya me gustaría que me invitaran a un viajecito por aquellas latitudes, y así de paso comprobar que tal anda el hábitat de las focas y los osos polares.
No quiero decir, ni mucho menos, que la contaminación ni demás marranadas atribuibles a nuestra especie no incidan de manera directa y dramática sobre la naturaleza. Eso no hay más que verlo. Váyanse a un sitio donde tengan una refinería o una petroquímica cerca, verán como está el aire, el suelo, las plantas… y, lo peor de todo, cómo está la gente: con mil problemas respiratorios, cáncer de una cosa y de la otra… en resumen, que quien vive cerca suele estar jodido, pero bien jodido.
Ahora, lo del cambio climático no me acaba de convencer. En primer lugar, porque aunque no lo parezca, no todos los científicos están de acuerdo con estas teorías, y más de uno discrepa. Pero ya se encargan los medios de comunicación, tan interesados en sembrar el miedo, en que estos señores no se hagan notar demasiado. Incluso, hay quien defiende que se nos avecina una glaciación en toda regla, y no un aumento de la temperatura media en el planeta, que de todas maneras sería hasta más deseable. Puede que estos científicos estén en nómina de las grandes multinacionales del petróleo y la energía; seguramente, pero por ahora no todo el mundo piensa de la misma manera, y eso es bueno.
Por otra parte, tampoco me puedo fiar mucho de los gurús del calentamiento global, cuando leo noticias como esta: «Al Gore amplía su compromiso con el medio ambiente comprándose un yate». O cuando quienes nos gobiernan, adalides de las teorías del cambio climático y, por ende, defensores a ultranza de la madre tierra, no sienten la menor vergüenza por apoyar también la construcción de una refinería aquí, en la provincia de al lado.
Por otra parte, tampoco me puedo fiar mucho de los gurús del calentamiento global, cuando leo noticias como esta: «Al Gore amplía su compromiso con el medio ambiente comprándose un yate». O cuando quienes nos gobiernan, adalides de las teorías del cambio climático y, por ende, defensores a ultranza de la madre tierra, no sienten la menor vergüenza por apoyar también la construcción de una refinería aquí, en la provincia de al lado.
Por último, me pregunto cómo pueden estar tan seguros de que el clima realmente está cambiando, si acaso no cuentan con más de cincuenta años desde que se llevan haciendo mediciones todos los días y en todos los lugares del planeta ¿Eso es suficiente para comparar? Cambios climáticos los ha habido siempre, o si no que se lo pregunten a nuestros antepasados cro-magnones, que les tocó patearse la última glaciación. O a aquellos que vivieron en el siglo XVII, una época mala en cuanto a sequías y olas de calor, que traían consigo malas cosechas, hambre y enfermedades. Es verdad que hay días en que nos asamos de calor, pero es lo que tiene el verano… y los que aún nos esperan, y esperamos disfrutar. Aquí se hace realidad el refrán castellano de que «nunca llueve a gusto del consumidor».
En más de una ocasión, hablando con personas de cierta edad, han coincidido en contarme que el día de toda su vida que recuerden que hizo más calor fue, curiosamente, el 18 de julio de 1936. Aunque puede que este día la temperatura no subiese precisamente por la acción de los rayos del sol. Pero por lo menos sabemos que hace más de setenta años también se achicharraban, lo que sucede es que entonces no había ni aire acondicionado ni seguramente a nadie le daba por anotar las temperaturas.
Bueno, esto no es del todo cierto, porque siempre podemos encontrar a alguien con más capacidad de observación que el resto, al que le gustara dejar constancia escrita de cosas aparentemente irrelevantes, pero que quizá años después nos pudieran interesar. En el manuscrito de Juan Sanguino, titulado Notas referentes a Cáceres, cuyo segundo volumen aún permanece inédito en las estanterías del Museo Provincial, encontramos las siguientes anotaciones:
168. Días de gran calor.
En este año de 1918, desde el 14 de agosto, y por más de una semana, señaló el termómetro en Cáceres 40º o más y el día 20 llegó a 43º,2 como en 1913.
172. Calor anticipado. Año 1919.
A mediados de junio tuvimos en Cáceres hasta 37º y el día 24 llegó a 40º, más finalizó el mes, y comenzó el siguiente, con un descenso grande en que hubo que abrigarse.
168. Días de gran calor.
En este año de 1918, desde el 14 de agosto, y por más de una semana, señaló el termómetro en Cáceres 40º o más y el día 20 llegó a 43º,2 como en 1913.
172. Calor anticipado. Año 1919.
A mediados de junio tuvimos en Cáceres hasta 37º y el día 24 llegó a 40º, más finalizó el mes, y comenzó el siguiente, con un descenso grande en que hubo que abrigarse.
(J. Sanguino Michel: Notas referentes a Cáceres. Segundo volumen inédito, ff. 49r y 53r).
No hay comentarios:
Publicar un comentario