martes, 5 de agosto de 2008

El retorno de los templarios

Hace pocos días, precisamente, discutía con una amiga sobre mi convicción de que cualquier delito no puede prescribir ni quedar impune, por mucho tiempo que haya transcurrido desde que se cometiera. Me refería, por ejemplo, al caso de los criminales de guerra nazis o los genocidas de las últimas dictaduras iberoamericanas, por quienes no creo que podamos albergar ninguna compasión, aunque los pocos que todavía queden con vida hayan adquirido la apariencia de inofensivos ancianitos, en el transcurrir ineludible de los años.

Los historiadores tenemos un concepto de justicia que varía sensiblemente respecto al de los profesionales del Derecho: no creemos que la presunción de inocencia, la reparación de las víctimas o la reinserción del reo sean más importantes que el beneficio que una sentencia puede tener para la restitución moral de una sociedad que ha sido maltratada, pasen los años que pasen. Para celebrar un juicio nunca es tarde si la dicha es buena, porque una sentencia, aún a destiempo, siempre será útil por aquello de «dar ejemplo».

Ahora bien, tampoco es necesario salirse de rosca ni mear fuera del tiesto. Nunca esta de más pedir justicia, pero hacerlo con setecientos años de retraso… No sé, no me acaba de convencer:

«Los templarios demandan al Papa. Los herederos de los caballeros templarios exigen a Benedicto XVI la rehabilitación de la orden, disuelta en 1307» (El País, 3 de agosto de 2008)

1 comentario:

Francisco Acedo dijo...

Esta vez no voy a hacerte ningún comentario nobiliario, no te preocupes. Échale un vistazo a esto, por favor:
http://franciscoacedo.blogspot.com/2008/08/seis-cosas-pequeas-que-me-hacen-feliz.html
Abrazos.
Francis.

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