Mi amigo
Ángel me recomendó hace unos días que viera este documental del
Canal Historia. Aunque es un poco largo, me pareció bastante ilustrativo y muy bien documentado (una excepción respecto a otros que suelen echar por la tele). Resulta curioso comprobar que, en muchas ocasiones a lo largo de la Historia, detrás del surgimiento de determinados movimientos culturales --o contraculturales, como es el caso-- se encuentra algo tan prosaico como el consumo de sustancias estimulantes, alucinógenas o drogas en general.
Me explico. Según leía hace poco en
La historia de mundo en seis tragos (Tom Standage, 2006), un ensayo sobre la historia de la bebida que recomiendo por igual a abstemios y bebedores, el consumo de
café en Europa desde el
siglo XVII tuvo mucho que ver la extensión del
racionalismo en la filosofía y la adopción del nuevo
método científico. Como sabemos, el café es una bebida que despeja la mente y agudiza la inteligencia, sin efectos secundarios adversos como el alcohol; y casi todos, por no decir todos, los filósofos, científicos, poetas, políticos… de la época eran grandes bebedores de café. Además, los cafés como establecimientos públicos para el consumo de esta bebida pronto se convirtieron en lugares privilegiados de encuentro para la intelectualidad europea: en ellos se informaba de los últimos inventos de la industria, se intercambiaba información y se cerraban tratos comerciales, se podía a asistir a interminables tertulias literarias o filosóficas, o acaso planear conjuras políticas y revueltas sociales… Al fin y al cabo, los cafés cumplían una función parecida a
Internet en nuestros días. El caso es que, ante tales circunstancias, la cafeína estuvo detrás del surgimiento de la
Ilustración, la
revolución industrial y las
revoluciones burguesas del
siglo XIX.
Se me vienen a la memoria otros casos no menos conocidos. El consumo de
absenta era habitual entre los pintores
impresionistas y quizá fuera la causa de su modo de ver
borroso. El comercio del
opio impulsó a los británicos a declararle la
guerra a China para que abriera su mercado a las potencias occidentales, y ésta fue la principal causa de la decadencia y desmoronamiento de un imperio milenario. El opio y el
té (otro estimulante) fueron los pilares fundamentales del
colonialismo en Oriente… Y cuando los colonos norteamericanos se negaron a pagar los impuestos de importación de éste último, se soltó la espoleta que dio lugar al estallido de la
revolución.
Hoy en día cada movimiento juvenil se asocia con el consumo de alguna droga (no hace falta que especifique ninguna). Y el control de las plantaciones de
amapolas y de
coca es la causa de conflictos armados en
Afganistán y Sudamérica respectivamente. En la
década los 60 el consumo de una nueva droga, la
dietilamida de ácido lisérgico (o
LSD), trajo de la mano el surgimiento de un movimiento, cuya principal seña de identidad sería su reacción ante los valores de la sociedad tradicional. Más allá de la imagen de guarros y colocados, de lo mal que acabaron la mayoría de ellos, los
hippies impusieron una nueva visión en muchos aspectos de la vida, que actualmente tenemos completamente asumida: en la música, el vestir, en conceptos como el ecologismo, el pacifismo… y, por supuesto, el consumo desaforado de drogas.