viernes, 13 de junio de 2008

El niño y los pajaritos


Hoy es el día de mi santo. Por eso, he querido traer esta canción en la que se narra el milagro que San Antonio obró siendo niño, en su Lisboa natal. Aunque quizá sea el santo más venerado de toda la cristiandad --es rara la iglesia donde no hay una imagen suya--, luego la gente conoce muy poco sobre su vida y milagros. En mi casa se le tiene mucha devoción, sobre todo mi madre, ya que los hijos le hemos salido un poco descreídos; y si llevo el nombre que tengo, también es por tradición familiar: por mi madre, mi bisabuelo…, y así hacia atrás. Me parece que todo viene por unos antepasados portugueses, pero no estoy del todo seguro y lo tendré que investigar.

La siguiente canción recuerdo que la cantábamos en la fiesta del colegio, que se celebraba tal día como hoy. Yo pienso que con esto los frailes mataban dos pájaros de un tiro (que sutil ironía, por cierto), ya que además de intentar fortalecer nuestra fe mediante la música, nos daban gratis una clase de ornitología. Seguramente esta tarde también se escuchará en la procesión que sale de la ermita del santo y recorre las callejuelas del antiguo barrio judío y la ciudad monumental. La versión que a continuación escucharemos fue popularizada por Cecilio, ese verato internacional que con su peculiar timbre de voz llenó de casetes los expositores de las gasolineras y los mercadillos ambulantes, con grandes éxitos que cada verano se vuelven a escuchar en las verbenas de todos los pueblos de la región. Espero que sea de vuestro agrado y os reto a que seáis capaces de aprenderos la letra.




Padre mío San Antonio,
suplicad al Dios inmenso
que con su gracia divina
alumbre mi entendimiento.

Para que mi lengua
refiera el milagro
que el huerto obrasteis
de edad de ocho años.

Desde niño fue criado
con mucho temor de Dios,
de sus padres estimado
y del mundo admiración.

Fue caritativo
y perseguidor
de todo enemigo
con mucho rigor.

Su padre era un caballero
cristiano, honrado y prudente,
que mantenía su casa
con el sudor de su frente.

Y tenía un huerto
donde recogía
cosechas y frutos
que el tiempo traía.

Por la mañana un domingo
como siempre acostumbraba,
se marchó su padre a misa
cosa que nunca olvidaba.

Y le dijo: «Antonio,
ven acá, hijo amado,
escucha que tengo
que darte un recado.

Mientras yo estoy en misa
gran cuidado has de tener,
mira que los pajaritos
todo lo echan a perder.

Entran en el huerto,
pican el sembrado,
por eso te advierto
que tengas cuidado».

Cuando se ausentó su padre
y a la Iglesia se marchó,
Antonio quedó cuidando
y a los pájaros llamó:

«Venid pajaritos,
dejad el sembrado,
que mi padre ha dicho
que tenga cuidado.

Para que mejor yo pueda cumplir
con mi obligación,
voy a encerraros a todos
dentro de esta habitación».

Y a los pajaritos
entrar les mandaba
y ellos muy humildes
en el cuarto entraban.

Por aquellas cercanías
ningún pájaro quedó,
porque todos acudieron
cuando Antonio les llamó.

Lleno de alegría
San Antonio estaba
y los pajaritos
alegres cantaban.

Cuando se acercó su padre
luego les mandó callar,
llegó su padre a la puerta
y comenzó a preguntar:

«Ven acá Antoñito,
dime hijito amado
¿de los pajaritos
qué tal has cuidado?»

El niño le contestó:
«Padre, no tenga cuidado,
que para que no hagan mal
todos los tengo encerrados».

El padre que vio
milagro tan grande,
al señor obispo
trató de avisarle.

Acudió el señor obispo
con gran acompañamiento,
quedando todos confusos
al ver tan grande portento.

Abrieron ventanas,
puertas a la par,
por ver si las aves
se quieren marchar.

Antonio les dijo entonces:
«Señores, nadie se agravie,
los pájaros no se marchan
hasta que yo no lo mande».

Se puso en la puerta
y les dijo así:
«Ea, pajaritos,
ya podéis salir.

Salgan cigüeñas con orden,
águilas, grullas y garzas,
avutardas, gavilanes,
lechuzas, mochuelos, grajas.

Salgan las urracas,
tórtolas, perdices,
palomas, gorriones
y las codornices.

Salga el cuco y el milano,
zorzal, patos, y andarríos,
canarios y ruiseñores,
tordos, jilgueros y mirlos.

Salgan verderones
y las cardelinas,
también conjugadas
y las golondrinas».

Al instante que salieron
todos juntitos se ponen,
escuchando a San Antonio
para ver lo que dispone.

Antonio les dice:
«No entréis en sembrados,
marchad por los montes,
por riscos y prados».

Al tiempo de alzar el vuelo
cantan con dulce alegría,
despidiéndose de Antonio
y su ilustre compañía.

El señor obispo,
al ver tal milagro,
por diversas partes
mandó publicarlo.

Árbol de grandiosidades,
fuente de la caridad,
depósito de bondades,
padre de inmensa piedad.
Antonio divino,
por tu intercesión
todos merezcamos
la eterna mansión.

1 comentario:

HPR dijo...

Puedo dar fe de que probablemente San Antonio de Padua sea el santo más venerado y popular. Lo era en especial en el pueblo de mi padre en Galicia.
En ciudades como Barcelona puedes encontrarlo incluso fuera de las mismas iglesias. Hace poco lo descubrí por casualidad en las mismas Ramblas, y en Poble Nou enfrente de la iglesia de Santa Maria del Taulat puede verse en lo alto de un edificio donde nadie lo descubriría. Peró ahí esta para quien sepa mirar y admirar.

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