Esta semana he aprovechado para ver una vez más una de las mejores trilogías de la historia del cine. Me refiero a El Padrino, de Francis Ford Coppola, basada en la novela homónima de Mario Puzo, que algún día me animaré a leer, aún a pesar, como digo, de haber visto nosecuantas veces las películas.
No voy a discutir sobre cuál de las tres es la mejor, para gustos están los colores. Me quedo con el papel de Marlon Brando en la primera, y reconozco que en cada nueva entrega la acción y la intriga se van incrementando. La banda sonora es también de mis favoritas, y los diálogos, en todas ellas, no tienen desperdicio.
Viendo de nuevo a la saga de los Corleone, me da la sensación de que, en el fondo, todos ellos eran unos héroes, comparados con esa otra mafia, la legal, la que nos gobierna y a la que votamos, con una salvedad, que ni siquiera son capaces de ofrecernos la justicia que les demandamos. Siento el comentario, por si puede ofender a alguien, pero «siempre me he negado a ser un muñeco movido por los hilos de los poderosos».
No voy a discutir sobre cuál de las tres es la mejor, para gustos están los colores. Me quedo con el papel de Marlon Brando en la primera, y reconozco que en cada nueva entrega la acción y la intriga se van incrementando. La banda sonora es también de mis favoritas, y los diálogos, en todas ellas, no tienen desperdicio.
Viendo de nuevo a la saga de los Corleone, me da la sensación de que, en el fondo, todos ellos eran unos héroes, comparados con esa otra mafia, la legal, la que nos gobierna y a la que votamos, con una salvedad, que ni siquiera son capaces de ofrecernos la justicia que les demandamos. Siento el comentario, por si puede ofender a alguien, pero «siempre me he negado a ser un muñeco movido por los hilos de los poderosos».
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