Últimamente hay bastante alboroto a cuento de las declaraciones de los obispos en contra de la política y algunas medidas del Gobierno. Tampoco debería extrañarnos esta situación, ya que desde que el Cristianismo se legalizó allá por el 313, políticos y curas siempre han andado a la greña. Pensando en esto, me acabo de acordar de un romance, quizá de los que más me gustan del ciclo del Cid, donde al héroe castellano le toca bastante los huevos que el Papa le diga lo que tiene que hacer:
A concilio dentro en Roma
el Padre Santo ha llamado;
por obedecer al Papa,
allá fue el rey don Fernando;
con él iba el Cid Ruy Díaz,
muchos señores de estado.
Por sus jornadas contadas
en Roma se han apeado;
el rey, con gran cortesía,
al Papa besó la mano;
no lo quiso hacer el Cid,
que no lo había acostumbrado.
En la iglesia de San Pedro
don Rodrigo había entrado,
viera estar las siete sillas
de siete reyes cristianos,
viera la del rey de Francia
junto a la del Padre Santo,
y la del rey su señor
un estado más abajo.
Vase a la del rey de Francia,
con el pie la ha derribado;
la silla de oro y marfil
hecho la ha cuatro pedazos.
Tomara la de su rey
y subióla en lo más alto.
Habló allí un honrado duque,
que dicen el Saboyano:
-¡Maldito seas, Rodrigo,
del Papa descomulgado,
porque deshonraste un rey,
el mejor y más preciado!
-Dejemos los reyes, duque,
ellos son buenos y honrados,
hayámoslo los dos solos
como muy buenos vasallos.
Y allegóse cabe el duque,
un gran bofetón le ha dado.
El Papa, cuando lo supo,
al Cid ha descomulgado;
oyéndolo don Rodrigo,
ante el Papa se ha postrado:
-Si no me absolvéis, el Papa,
seríaos mal contado,
que de vuestras ricas ropas
cubriré yo mi caballo.
El Papa, padre piadoso,
tal respuesta le hubo dado:
-Yo te absuelvo, don Rodrigo,
absuélvote de buen grado,
con que seas en mi corte
más cortés y mesurado.
A concilio dentro en Roma
el Padre Santo ha llamado;
por obedecer al Papa,
allá fue el rey don Fernando;
con él iba el Cid Ruy Díaz,
muchos señores de estado.
Por sus jornadas contadas
en Roma se han apeado;
el rey, con gran cortesía,
al Papa besó la mano;
no lo quiso hacer el Cid,
que no lo había acostumbrado.
En la iglesia de San Pedro
don Rodrigo había entrado,
viera estar las siete sillas
de siete reyes cristianos,
viera la del rey de Francia
junto a la del Padre Santo,
y la del rey su señor
un estado más abajo.
Vase a la del rey de Francia,
con el pie la ha derribado;
la silla de oro y marfil
hecho la ha cuatro pedazos.
Tomara la de su rey
y subióla en lo más alto.
Habló allí un honrado duque,
que dicen el Saboyano:
-¡Maldito seas, Rodrigo,
del Papa descomulgado,
porque deshonraste un rey,
el mejor y más preciado!
-Dejemos los reyes, duque,
ellos son buenos y honrados,
hayámoslo los dos solos
como muy buenos vasallos.
Y allegóse cabe el duque,
un gran bofetón le ha dado.
El Papa, cuando lo supo,
al Cid ha descomulgado;
oyéndolo don Rodrigo,
ante el Papa se ha postrado:
-Si no me absolvéis, el Papa,
seríaos mal contado,
que de vuestras ricas ropas
cubriré yo mi caballo.
El Papa, padre piadoso,
tal respuesta le hubo dado:
-Yo te absuelvo, don Rodrigo,
absuélvote de buen grado,
con que seas en mi corte
más cortés y mesurado.
1 comentario:
Muchas gracias por los comentarios tan amables que has dejado en mi blog. He visitado el tuyo y me he quedado grátamente sorprendido. Si le echas un vistazo al mío verás que te he dedicado una entrada.
Un abrazo y muchas suerte.
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