Ayer por la tarde me acerqué al Gran Teatro, donde un año más tenía lugar una maratón de lectura para celebrar el Día del Libro. Ininterrumpidamente, la gente pasaba por el vestíbulo y disponía unos minutos del micrófono para declamar sus textos favoritos. Yo me decidí por los versos de uno de los mejores poetas que considero nos ha regalado esta tierra: Antonio Machado. Primero leí «El crimen fue en Granada», para así matar dos pájaros de un tiro (qué expresión más desafortunada), y recordar también a mi admirado García Lorca. El otro poema fue «El mañana efímero», y supongo que a más de uno de los que en aquel momento transitaban por la calle, les sonaría raro escuchar por los altavoces tantas veces repetido el nombre de nuestro país. Sólo espero que no provocara ninguna taquicardia.
Después de leer, arramblé con todos los libros que pude, de los que regalaban por haber participado en el acto. Como me gusta cultivar el sentido del humor me llevé para casa algunas comedias clásicas: el Pluto de Aristófanes, Las Bacantes de Eurípides y El Persa de Plauto. Después cogí el libro de Manuel Floriano sobre la Cofradía de la Vera Cruz, creo que para recordarme que todavía tengo pendiente terminar de escribir y publicar mi trabajo sobre otra cofradía cacereña: la de la Soledad. Y para terminar, también «me regalaron» los dos volúmenes recientemente reeditados de las crónicas viajeras de Antonio Ponz, titulados Viajar por Extremadura. En realidad se trata de los tomos séptimo y octavo de su obra Viage de España, escrita en 1772 y cuya segunda edición, que es la que aquí se reproduce, es de 1784. Este libro ya lo consulté cuando estudiaba las inscripciones romanas que luego recogí en mi Paseo epigráfico, pero no viene mal tenerlo a mano para cualquier consulta que necesite hacer en un futuro. Como curiosidad, a continuación copio algunas líneas en las que el viajero ilustrado describe la entonces villa de Cáceres, a su paso por ella en dirección a Mérida:
Cáceres me ha parecido uno de los mayores, y mejores pueblos de Extremadura, habitado de mucha nobleza; y es de creer tenga, como dicen, mil y seiscientos vecinos: su situación es en parage algo eminente, y por diferentes títulos ventajoso. Hay en Cáceres quatro parroquias, dos conventos de Frayles, y cinco de Monjas. Las parroquias son las de Santa María, la de S. Mateo, la de Santiago, y la de S. Juan; todas ellas construidas a la gótica (…).
Después de leer, arramblé con todos los libros que pude, de los que regalaban por haber participado en el acto. Como me gusta cultivar el sentido del humor me llevé para casa algunas comedias clásicas: el Pluto de Aristófanes, Las Bacantes de Eurípides y El Persa de Plauto. Después cogí el libro de Manuel Floriano sobre la Cofradía de la Vera Cruz, creo que para recordarme que todavía tengo pendiente terminar de escribir y publicar mi trabajo sobre otra cofradía cacereña: la de la Soledad. Y para terminar, también «me regalaron» los dos volúmenes recientemente reeditados de las crónicas viajeras de Antonio Ponz, titulados Viajar por Extremadura. En realidad se trata de los tomos séptimo y octavo de su obra Viage de España, escrita en 1772 y cuya segunda edición, que es la que aquí se reproduce, es de 1784. Este libro ya lo consulté cuando estudiaba las inscripciones romanas que luego recogí en mi Paseo epigráfico, pero no viene mal tenerlo a mano para cualquier consulta que necesite hacer en un futuro. Como curiosidad, a continuación copio algunas líneas en las que el viajero ilustrado describe la entonces villa de Cáceres, a su paso por ella en dirección a Mérida:
Cáceres me ha parecido uno de los mayores, y mejores pueblos de Extremadura, habitado de mucha nobleza; y es de creer tenga, como dicen, mil y seiscientos vecinos: su situación es en parage algo eminente, y por diferentes títulos ventajoso. Hay en Cáceres quatro parroquias, dos conventos de Frayles, y cinco de Monjas. Las parroquias son las de Santa María, la de S. Mateo, la de Santiago, y la de S. Juan; todas ellas construidas a la gótica (…).
No faltan rastros de antigüedad en Cáceres, que en tiempo de los Romanos se llamó Castra Caecilia, colocada por Plinio entre los pueblos contribuyentes de la Lusitania. Se cree la fundase Cecilio Metelo, fundador igualmente de Medellín, una de las colonias de la Lusitania, que fueron Mérida, cabeza de las demás, Medellín, Badajoz, Alcántara, Truxillo y Santarem, cuyos nombres se tiene por sentado corresponden á Emerita Augusta, Pax Augusta, Norba Caesarea, Castra Iulia, y Scalabis.
(A. Ponz: Viage de España, 1784; tomo VIII, carta tercera, 6-10, págs. 87-90)
Adviértase que a Norba se la identifica con Alcántara, y Trujillo, en vez de Turgalium, es Castra Iulia, una ciudad cuyo emplazamiento correcto no ha podido ser localizado hasta la fecha.
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