viernes, 18 de abril de 2008

La Virgen de la Paz

Hace unos días leía en el periódico que el cuadro de la Virgen de la Paz, que actualmente se encuentra en la Sala Municipal de Exposiciones, presentaba algunos signos de deterioro y que por ello el Ayuntamiento estaba pensando en restaurar el lienzo una vez más. Este cuadro es uno de los iconos que ha formado parte de la vida cotidiana de los cacereños desde hace más de un siglo. Situado en una hornacina al principio del Portal de los Escribanos (o Portal Llano), hace unos diez años fue sustituido por una copia y el original se trasladó al mencionado museo.

El lienzo había remplazado, a su vez, a otro que desde el siglo XVIII, concretamente desde 1714, se ubicaba en el mismo lugar. En palabras del profesor Francisco Javier Pizarro, que ha estudiado la obra y a su autor, «al parecer, las razones que llevaron al consistorio cacereño a tomar la decisión de colocar en aquel lugar la que habría de denominarse como Virgen de la Paz fueron inducidas por las autoridades eclesiásticas de la ciudad al objeto de impregnar de religión un espacio en el que se producían actos que atentaban la moralidad del momento». No se a qué actos pecaminosos se referiría, aunque me los imagino y supongo que tendrían lugar al abrigo de la noche. Por el día, aquella parte del Portal Llano era el lugar donde, desde el siglo XVI, se procedía a las subastas públicas de productos obtenidos de los propios del municipio. Hoy día la multiculturalidad ha hecho mella en aquel rincón, y junto a la copia del cuadro de la Virgen, se encuentra una tienda de regalos regentada por los nietos del decano de los inmigrantes musulmanes de Cáceres.

Rafael Lucenqui y Martínez (1809-1873)
Nuestra Señora de la Paz (1865)
Óleo sobre lienzo (100 x 100 cm.)
Museo de la Ciudad. Cáceres

Como comentamos, en 1865 el cabildo de la ciudad decide reemplazar el lienzo del siglo XVIII --que seguramente habría sufrido el deterioro propio de estar a la intemperie-- por otro nuevo, conservando la misma advocación mariana. Sin embargo, posteriormente sería popularmente conocido como la Virgen de los Portales o la Virgen del Buen Parto, debido a que se difundió la piadosa tradición de que las embarazadas pusiesen velas alrededor del cuadro, como ofrenda para tener un feliz alumbramiento.

El autor de la obra fue Rafael Lucenqui, hijo de un pintor polaco de nombre Antonio que se había asentado en Badajoz, donde posiblemente había llegado formando parte del ejército napoleónico. Su apellido Luschinski o Luchensky lo españolizó por «Lucenqui». Bajo la tutela de su padre, el joven Rafael se inició en el arte de la pintura y la escultura, aunque en 1833 comienza la carrera militar y decide colgar la paleta y los pinceles, aunque sólo fuera momentáneamente. En 1848, el año en que toda Europa se veía encendida una vez más por el ardor revolucionario, Rafael Lucenqui abandona el Ejército y comienza a ejercer como profesor de dibujo en el Instituto de Cáceres. Desde entonces pudo retomar la pintura y dedicarse en exclusividad a ella. Su obra, aunque de una calidad indiscutible, no es muy conocida, ya que la mayoría de los cuadros que pintó fueron encargos de las principales familias cacereñas y, junto a algunas obras que seguramente se habrán perdido, la mayor parte se encuentran en manos de particulares.

Lucenqui falleció soltero y sin descendencia en 1873. Tras de sí dejaba una profunda huella en algunos alumnos y seguidores, de modo que podemos considerar a este artista como el precedente en el que se fundamenta la pintura cacereña de finales del siglo XIX y principios del XX, en que destacaron nombres como los de Gustavo Hurtado, Andrés Valiente y José Bermudo.

Observando el cuadro de la Virgen de la Paz, casi sin quererlo vienen a nuestra memoria las madonnas del Renacimiento, mezcladas con la ternura y naturalidad que Murillo supo otorgar a la Virgen y el Niño. Este cuadro y su emplazamiento estarán siempre ligados a los recuerdos de mi niñez, no sabría decir por qué, pero quizá tenga que ver con toda la calle Pintores y los soportales de la Plaza, por donde siempre que paso me imagino con pocos años caminando de la mano de mi abuelo.

Bibliografía:
- F. García Morales: «Los Lucenqui extremeños», HOY, 30 de noviembre de 1983.
- F. J. Pizarro Gómez: «Pintura extremeña del siglo XIX: los Lucenqui», Norba Arte (Cáceres), nº 9, 1989, págs. 175-190.
- M. Bazán de Huerta, C. Marchena García y M. Paredes Pérez: Patrimonio artístico del Ayuntamiento de Cáceres. Cáceres: [s.n.], 1996. Págs. 78-83.

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