Era un rumor que alguien ya me había comentado, pero que a diferencia de otros resulta ser cierto, o por lo menos eso es lo que asegura un conocido columnista en las páginas del periódico HOY. Según dicen, la cantante del grupo Amaral --que esta noche actúa aquí en Cáceres-- no será hija de la conocida periodista Karmele Marchante, como también se comentaba, pero sí sobrina del Nano, uno de los personajes más peculiares y queridos que ha tenido esta ciudad.
Yo debía ser bastante pequeño, porque no le recuerdo, pero cualquier persona de más edad podría contar muchas más cosas sobre Mariano Amaral Pérez, más conocido como el Nano. Se trataba de un individuo muy particular, que supo ganarse el aprecio y el cariño de todos los que le conocían. Solía recorrer las calles de la ciudad con una cruz de madera a cuestas, repleta de flores y estampitas colgadas, y como si se tratase de una improvisaba procesión, iba cantando toda clase de canciones de misa, salves y jaculatorias, que si uno se fijaba bien en la letra, podía comprobar que eran inventadas.
Actualmente, el Nano vive feliz y sin complicaciones en una residencia de la ciudad. Muchos son los cacereños que le recuerdan con ternura, e incluso hay quien piensa que nada volvería a ser lo mismo desde que el Nano dejó de procesionar por las calles de Cáceres. Poco a pocos nos hemos ido quedando sin otros tantos personajes entrañables, que animaban la rutina de esta villa. Quizá por eso hoy le echemos especialmente de menos. Habría sido divertido ver cruzarse al Nano en procesión con aquellos que últimamente, y de manera legítima, andan pidiendo la retirada de cualquier símbolo religioso en la ciudad. ¿Qué les habría dicho el Nano? ¿También habrían pedido firmas para su secularización?
Yo debía ser bastante pequeño, porque no le recuerdo, pero cualquier persona de más edad podría contar muchas más cosas sobre Mariano Amaral Pérez, más conocido como el Nano. Se trataba de un individuo muy particular, que supo ganarse el aprecio y el cariño de todos los que le conocían. Solía recorrer las calles de la ciudad con una cruz de madera a cuestas, repleta de flores y estampitas colgadas, y como si se tratase de una improvisaba procesión, iba cantando toda clase de canciones de misa, salves y jaculatorias, que si uno se fijaba bien en la letra, podía comprobar que eran inventadas.
Actualmente, el Nano vive feliz y sin complicaciones en una residencia de la ciudad. Muchos son los cacereños que le recuerdan con ternura, e incluso hay quien piensa que nada volvería a ser lo mismo desde que el Nano dejó de procesionar por las calles de Cáceres. Poco a pocos nos hemos ido quedando sin otros tantos personajes entrañables, que animaban la rutina de esta villa. Quizá por eso hoy le echemos especialmente de menos. Habría sido divertido ver cruzarse al Nano en procesión con aquellos que últimamente, y de manera legítima, andan pidiendo la retirada de cualquier símbolo religioso en la ciudad. ¿Qué les habría dicho el Nano? ¿También habrían pedido firmas para su secularización?
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