Como en este país todo el mundo opina (aunque no se le pregunte), yo no iba a ser menos; y porque pienso que en cierto modo me concierne, pues he leído bastante sobre el tema, paso mi tiempo investigando por aquí y por allá, y también de vez en cuando escribo alguna cosa; quería referirme a la polémica suscitada tras la decisión del juez de la Audiencia Nacional, Baltasar Garzón, de investigar los crímenes de la guerra civil y el franquismo. Como casi siempre me pierdo divagando, voy a ordenar mis opiniones al respecto en varios puntos:
• Tengo no ya la impresión, sino la certeza --como cualquier otro-- de que cuando se remueve la mierda, ésta huele. Pero también es cierto que para que las plantas crezcan hay que abonarlas, y el abono --como también todo el mundo sabe-- no es más que mierda. La guerra civil española fue una mierda, y además de las grandes. Si queremos que nuestra sociedad crezca y madure, tendremos que asumir, tragar y digerir aquello que sucedió, por mucho o poco tiempo que haya transcurrido; porque si no se corre el riesgo tantas veces repetido de «tropezar con la misma piedra» (o mierda). Perdonadme el ejemplo escatológico, pero no es mío: se lo suelo escuchar a alguien muy cercano, y razón no le falta.
• Aquellos que continuamente defienden la independencia del poder judicial, se deberían callar la boca, porque ésta ha sido la iniciativa, acertada o no, de un juez. Que yo sepa, no ha habido fiscales de por medio. Si creemos en la justicia y el sistema judicial --yo, personalmente, no; pero otros dicen que sí--, habrá que aceptar lo que un juez diga, por coherencia, sin rechistar. Y si después de la sentencia no quedas contento, siempre está la posibilidad de recurrir…
• Si todo esto es una operación orquestada para desviar la atención del problema principal y actual, que es la crisis económica, no creo que dé resultado. La crisis es muy gorda, y a la mayoría de la gente le preocupa cómo llegar a fin de mes y poco más. Estos asuntos de la guerra civil y la represión les interesan sobre todo a quienes la sufrieron en sus propias carnes --que, por razones biológicas, cada vez son menos--, algunos familiares y a los que por oficio nos dedicamos a desentrañar el pasado.
• El juez Garzón durante los últimos años, entre sus múltiples ocupaciones, se ha dedicado a investigar causas de genocidio y crímenes cometidos contra la humanidad en otros países, caso de Chile, Argentina… No está de más que se juzgara uno de los mayores genocidios de Europa en el siglo XX --exceptuando el perpetrado por los nazis--, que tuvo lugar a partir de 1936 en este país que llamamos España.
• Es cierto que después de transcurridos más de setenta años, va a ser difícil encontrar a alguien a quien juzgar y pedir responsabilidades. Aunque todavía queda alguno. Por el Paseo de Cánovas, en más de una ocasión, me he cruzado con un venerable ancianito que durante la guerra no le tembló el pulso para descerrajar un tiro en la sien a casi un centenar de inocentes y después arrojar sus cadáveres desde el puente de Alconétar. También es seguro que a este señor y a algún otro no va a ir nadie a molestarlos a su casa, porque por respeto ni siquiera los historiadores han mencionado sus nombres. A mí nadie me dijo quién era ese tipo, lo averigüé por mis propios medios. Ahora, por todos los rincones del mundo se continúan buscando criminales de guerra nazis, y a nadie le parece mal que pasen sus últimos días en la cárcel, pagando por los delitos que un día cometieron. Ya se sabe que las causas de genocidio no prescriben.
• A los que sacaron provecho político antes, durante y después de la aprobación de la Ley de la Memoria Histórica, ya fueran de un bando o de otro, se les ha acabado el chollo. Siempre pensé que esta ley estaba vacía de contenido, pero después de esta iniciativa judicial cobra sentido. Ahora bien, esto va a ser labor de jueces e historiadores: los políticos ya se pueden ir despidiendo de emplear la guerra civil como argumento de demagogia barata en sus discursos, ni para azuzar el rencor por el contrario. Lo de las dos Españas es un cuento que a estas alturas no se cree nadie. Como en mi caso, los nietos de los que lucharon en una parte tienen novias a cuyos abuelos les tocó hacer la guerra al otro lado de la trinchera, y viceversa. Los que piensan que van a encontrar oídos que les presten atención, cuando reivindican regímenes y formas de gobierno que tuvieron su oportunidad y fracasaron hace décadas, y aún creen que sería posible implantarlos en el presente, van de culo y no saben en qué época viven.
• Respecto a las fosas comunes: no creo que a nadie le agrade la idea de que los restos de un familiar suyo estuvieran todavía hoy esparcidos en una cuneta, en lugar de enterrados en el cementerio, que es ese lugar donde por convicción cultural y por higiene se suele dar sepultura a las personas que fallecen.
• Tampoco me haría mucha gracia que mi abuelo, si fuese el caso y aunque ya hubiera muerto, figurara en los archivos policiales o judiciales como «traidor» o «rojo rabioso». No pediría la eliminación de ese documento ni una compensación económica, pero por lo menos una reparación moral por parte del Estado.
• Para terminar. El juez Garzón ha solicitado a varias instituciones, principalmente a los ayuntamientos, que le remitan listas con los nombres de los asesinados y represaliados durante la guerra y la dictadura. Todo el que haya trabajado en archivos o haya realizado una investigación de este tipo, sabe que lleva su tiempo y además cuesta dinero. Por eso, creo que se trata de la mejor oportunidad para acometer una reforma en profundidad de los archivos públicos españoles, incluidos los militares. Y para ello necesitarán contratar personal… Cierto, lo digo por mi interés egoísta: el paro nos afecta a todos. Pero es una vergüenza que cualquier ayuntamiento tenga a veinte personas en una oficina de turismo, y sólo un tipo a media jornada en el archivo municipal.
Con esto queda resumido todo lo que pienso sobre la polémica, aunque como digo, tampoco encuentro motivos para llamarla así. Vivimos en el siglo XXI, y miramos al pasado para aprender cómo encaminar el futuro. De hacer justicia se encargan los jueces, no los historiadores, y ni mucho menos los políticos. Por eso, no entiendo el afán de algunos de buscar problemas donde no los hay.
1 comentario:
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