sábado, 15 de marzo de 2008

Libertad para el Tíbet

Mi primer conocimiento sobre el Tíbet lo tuve cuando era un niño, y entonces leía y releía Las aventuras de Tintín. No voy ha hablar ahora del héroe de mi infancia, porque seguro que tendré otra ocasión para hacerlo, pero recuerdo que aquel libro, el de Tintín en el Tíbet, era quizá en el que más evidentes se hacían los valores de compañerismo y amistad que Hergé trató siempre de transmitir a través de las historias del joven reportero. A diferencia de otros libros de la colección, en este caso no había ni una sola alusión a la situación política del país, a pesar de que se escribió en 1959, con motivo de la brutal represión con que el ejército chino había ahogado la rebelión iniciada unos años antes, y que tuvo como consecuencia la huida al exilio del Dalai Lama. Pero a medida que más me sumergía en aquellas viñetas --y con la ayuda de una enciclopedia--, lo iba comprendiendo todo. No se trataba más que de una bella metáfora.


Tintín se entera por un telegrama que su amigo Tchang, el niño chino que le ayudó en El Loto Azul, tiene la intención de viajar a Europa y visitarle; pero al poco tiempo recibe una trágica noticia: el avión que Tchang había cogido acababa de estrellarse en las cimas del Himalaya. Desesperado y angustiado, el muchacho del mechón pelirrojo comienza a tener la premonición de que Tchang no ha muerto. A pesar de que el capitán Haddock intenta hacerle desistir de tal idea, Tintín decide viajar hasta el Tíbet para encontrar a su amigo. Esta historia no era sino una manera de llamar la atención de los occidentales, a quienes se nos pedía no perder la esperanza ni dejar de apoyar al pueblo tibetano; pues igual que Tintín no la perdió en ningún momento y, al final, consiguió encontrar a su amigo sano y salvo, así podríamos mantener con vida a aquellos que el gobierno chino, desde entonces hasta el día de hoy, pretende doblegar y arrebatarles el bien más preciado con el que cuentan: su libertad.


En 1950 el ejército chino invadió el Tíbet, y entonces los monjes budistas, defensores acérrimos de la «no violencia», no opusieron resistencia a la ocupación. Pero en 1956 la situación de opresión era ya tan insostenible que estalló la rebelión. Los tibetanos poco pudieron hacer frente a uno de los ejércitos más poderosos (y numerosos) del mundo, cuando apenas contaban con un par de oxidados cañones de alguna lejana época medieval, y la comunidad internacional, una vez más, prefirió mirar a otro lado.


Desde hace unos días se ha vuelto a repetir la historia, y los tibetanos se han manifestado en las calles de Lhasa, desafiando a los soldados chinos, a quienes, de nuevo, no les ha temblado el pulso para abrir fuego contra gente indefensa. Nadie sabe cuantos muertos puede haber ni el alcance que están teniendo las protestas, pues el gobierno de Pekín mantiene una férrea censura sobre los medios de comunicación, incluso sobre los extranjeros, y poco o nada se conoce de lo que está sucediendo o pueda suceder.


En solidaridad con el Tíbet, me sumo a la campaña para boicotear los Juegos Olímpicos que este año se celebrarán en Pekín. Quedarse de brazos cruzados significaría volver a vivir unas olimpiadas que fueran la exaltación de un régimen totalitario, como las de Berlín en 1936. De nuevo, en nuestras manos está conservar la esperanza del pueblo tibetano y su deseo de alcanzar un futuro de paz y libertad. Hagamos como Tintín, y no cejemos en nuestro empeño.

El 1 de junio de 2006, Tintín se convirtió en el primer personaje de ficción galardonado con el premio Luz de la Verdad otorgado por el Dalai Lama. Simon van Melick, director de la Campaña Internacional por el Tíbet, dijo que «para mucha gente alrededor del mundo Tintín en el Tíbet es su primer contacto con el Tíbet, la belleza de sus paisajes y su cultura. Y es algo que ha ido pasando a través de generaciones».

La BBC es uno de los pocos canales de televisión que presta atención a lo que sucede en el Tíbet, aunque la información es muy confusa y llega por cuentagotas:

2 comentarios:

Francisco Acedo dijo...

Pues sí, hemos escrito del tema casi al mismo tiempo, y eso que yo tambiénn he estado tentado en hacer alusión a Tintín. Tintín en el Tíbet es el álbum más íntimo de Hergé y el que ouede analizarse de una forma más personal. Nació después de una grave crisis personal y él mismo decía que el blanco le obsesionaba en aquellos momentos. Probablemente de aquellas lecturas de mi infancia nació mi pasión por el Tíbet y por Oriente en general, porque, aunque no lo creas, yo me especialicé ne historia de China y fíjate, al final me dedico a la heráldica y esas cosas. En cualquier caso, hay que estar con el Dalai Lama y el pueblo tibetano. Además, a pesar de las profundas diferencias que nos separan, siempre he visto una especial relación entre el cristianismo mediterráneo y el budismo lamaico, pero eso sería muy largo de explicar. Vaya rollo filomeno te he metido...

Antonio Norbano dijo...

Vaya, también coincidimos en nuestra pasión por Tintín. Por ahí tengo el libro con la recopiación de las geniales entrevistas que Numa Sadoul le hizo a Hergé, donde, es cierto, reconoce que escribir "Tintín en el Tíbet" fue una especie de catarsis, para librarse una depresión, en la que también tenía sueños y se obsesionaba por el color blanco, de ahí que la aventura transcurra en la nieve, y que Tintín tuviera aquellas premoniciones. Aunque Hergé no se sentía especialmente supersticioso, es curioso descubrir como recurrentemente, en algunos de los libros, aparecen guiños al mundo de lo onírico e incluso de los sucesos paranormales (dejando aparte el "Vuelo 714 para Sidney"). Por cierto, a mi también se me va la pinza escribiendo...
En cuanto a lo fundamental, es una pena que, una vez más, sólo le prestemos atención a lo que los medios de comunicación quieren, cuando en el Tíbet se llevan violando los derechos humanos durante décadas, y todo porque ahora China sea la primera potencia económica (y yo creo que militar) del mundo. El Dalai Lama ha demostrado siempre una integridad moral, en defensa de la paz y los derechos humanos, de la que deberían tomar buena nota los demás líderes mundiales.

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